Emmanuel Margetic, el autor de este artículo, pone como ejemplo del trabajo realizado por un traductor lo que ocurre en el proceso de localización: cuando alguien se topa con una traducción de este tipo solo se fija, dice, en lo buena o mala que es (he de confesar que yo también he hecho eso alguna vez, aunque lo achaco a la deformación profesional, y siempre he sido consciente, por supuesto, del trabajo que ha habido detrás de esa buena o mala traducción, valoración que es bastante subjetiva). Asimismo, resulta interesante la distinción que hace Margetic, partiendo de cómo realizan el trabajo, entre los verdaderos profesionales, los incompetentes y los farsantes. De hecho, añade, en el terreno de la traducción esto se ve perfectamente y muchos incompetentes terminan, sin saberlo, siendo farsantes. Este es un debate muy interesante que ya surgió en el «ecuador» de la carrera, es decir, en tercer curso, a propósito de quiénes son los «verdaderos» y quiénes los «falsos» traductores. Es lo que se llama intrusismo y, aunque es cierto que se da en cualquier ámbito profesional (todos podemos desempeñar cualquier tarea si resulta necesario), en la traducción se ve claramente y eso nos hace pensar en qué tiene que hacer alguien para ser traductor, para poder dedicarse a ello de forma profesional (y siendo reconocido por los demás del gremio).
El bilingüismo está relacionado con todo esto: a pesar de lo que piensen muchos, ser binlingüe no implica necesariamente ser un buen traductor, ya que esto también incluye, como hemos aprendido a lo largo de la carrera, saber no solo de lenguas, sino también de culturas, de lingüística, de tecnología... Para aplicarlo a la labor de traducción.
Las competencias también variarán, añade Hurtado, en función de si se trata de un traductor o de un intérprete, ya que los textos con los que se trabaja son distintos. Así, lo fundamental no es ser bilingüe. Sin embargo, es una concepción muy generalizada la de que una persona que hable perfectamente otra lengua será capaz, solo por eso, de traducir e interpretar perfectamente. Hay que tener en cuenta que también es importante un dominio de la propia lengua (aspecto que no está tan valorado, desgraciadamente) y de las competencias necesarias para traducir.
Volviendo al artículo de Margetic, objetivo de esta entrada, se dice que es fundamental para ser un traductor «enamorarse» de una lengua extranjera… Estoy de acuerdo. También hay que sentir pasión por la propia traducción, pues se trata de una tarea fatigosa, cansina, tediosa… Pero creo que merece la pena por el resultado y porque siempre se aprende algo nuevo con cada traducción, aunque esta consista en un texto corto y aunque solo sea al haber comparado las diferencias (sintácticas, morfológicas, semánticas…) entre la lengua del texto origen y la del texto meta. Sí, siempre se aprende algo nuevo y en el caso de la traducción esto es evidente.
Nos referimos ahora a los conocimientos que ha de poseer el traductor. La primera respuesta que suele darse es que el traductor ha de saber lenguas, que ha de tener conocimientos lingüísticos. Pero esta respuesta hay que matizarla: ¿Tiene que tener el mismo nivel de conocimientos en la lengua de partida que en la lengua de llegada? ¿Ha de poseer los mismos conocimientos lingüísticos un traductor que un intérprete? ¿Necesita ser el traductor un teórico de las lenguas o un conocedor de la Lingüística? La primera cuestión que hay que considerar es que el traductor necesita una competencia de comprensión en la lengua de partida y una competencia de expresión en la lengua de llegada; el bilingüismo no es, por tanto, una condición sine qua non para ser traductor.(2)
Las competencias también variarán, añade Hurtado, en función de si se trata de un traductor o de un intérprete, ya que los textos con los que se trabaja son distintos. Así, lo fundamental no es ser bilingüe. Sin embargo, es una concepción muy generalizada la de que una persona que hable perfectamente otra lengua será capaz, solo por eso, de traducir e interpretar perfectamente. Hay que tener en cuenta que también es importante un dominio de la propia lengua (aspecto que no está tan valorado, desgraciadamente) y de las competencias necesarias para traducir.
Volviendo al artículo de Margetic, objetivo de esta entrada, se dice que es fundamental para ser un traductor «enamorarse» de una lengua extranjera… Estoy de acuerdo. También hay que sentir pasión por la propia traducción, pues se trata de una tarea fatigosa, cansina, tediosa… Pero creo que merece la pena por el resultado y porque siempre se aprende algo nuevo con cada traducción, aunque esta consista en un texto corto y aunque solo sea al haber comparado las diferencias (sintácticas, morfológicas, semánticas…) entre la lengua del texto origen y la del texto meta. Sí, siempre se aprende algo nuevo y en el caso de la traducción esto es evidente.
Ser un buen traductor es mucho más difícil que dominar una lengua extranjera. Además, el traductor, como ya he dicho, está continuamente aprendiendo, razón por la cual este oficio me parece muy interesante. Asimismo, Margetic añade que es fundamental que el traductor se forme, es decir, que reciba educación superior o universitaria, que es el motivo de que exista la carrera de Traducción e Interpretación (que tiene sus variantes de nombre, contenidos o duración en cada país).
A continuación, Margetic añade el debate que ya he leído en otros artículos relacionados con la asignatura y que está presente en todas partes, incluso entre los «no entendidos» del tema: la Traducción Automática. ¿Sustituirá algún día al traductor humano? Relacionado con esto está otro artículo, «Automation of Translation»(3), que también figura entre las lecturas de la asignatura y que comentaré en otra entrada, a propósito de la Traducción Automática.
No solo el inglés se ha convertido en una herramienta fundamental (seas traductor de esta lengua o no), prosigue Margetic, sino que también es fundamental estar al día en la tecnología y, especialmente, en la que nos atañe, es decir, en los programas de traducción automática o traducción asistida (en mi opinión, creo que esta última es más útil y efectiva para el traductor), o de gestión de terminología o de memorias de traducción. Es por esta razón que los estudiantes de Traducción e Interpretación deben cursar asignaturas de informática, aunque quizá sería necesario que hubiera varias asignaturas de este tipo y no solo una, como es nuestro caso.
La traducción es cada vez más necesaria. Margetic pone como ejemplo la traducción de las patentes, que no se me había pasado por la cabeza. Esto demuestra que las áreas de especialización de los traductores son infinitas, razón por la cual estoy segura de que los que pensemos dedicarnos a la traducción (y a la interpretación) podremos escoger alguna que nos guste, aunque muy posiblemente también tendremos que traducir de todo un poco, incluido de aquellas áreas que no nos gusten demasiado. Hay que comer, al fin y al cabo, ¿no?
Entonces... ¿un traductor nace o se hace? Un traductor nunca termina de formarse y nunca deja de aprender cosas nuevas, por lo que se puede decir que el traductor nunca deja de hacerse.
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(1)Margetic, Emmanuel: «The making of a professional translator», accesible en: http://www.multiling.com/in_news/Multilingual_computing.pdf [Consulta: 14/II/2012]
(2)Hurtado Albir, Amparo: Traducción y Traductología. Introducción a la Traductología. Madrid, Cátedra, 2001, p. 20.
(3)Heinz Freigang, Karl: «Automation of Translation: Past, Presence, and Future», en Revista Tradumàtica, octubre 2001, n.º 0, accesible en: http://www.fti.uab.es/tradumatica/revista/num0/articles/khfreigang/art.htm [Consulta: 14/II/2012]
2 comentarios:
Muy, muy interesante. Y además lleva mucha razón.
El traductor nace, pero si no trabaja no se termina de hacer ;)
Un saludo de una traductora,
Yara
PD: dejo un link a mi blog, joven pero con ganas de crecer. http://yaravswords.blogspot.com/
Gracias por tomarte el tiempo de escribir este artículo.
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