lunes, 13 de febrero de 2012

El crowd-sourcing


Un fenómeno que todos conocemos aunque no sepamos su nombre

Por fans y para fans. Parad su distribución si se licencia 
en tu [sic] país. Captura de pantalla de un capítulo del anime  
Monster (en su versión original en japonés) sutbitulado por el 
fansub Anime Underground.
El viernes hablamos brevemente en clase sobre el fenómeno del crowd-sourcing que, aunque no tiene traducción al español, podríamos traducirlo por traducción comunitaria(1), ya que consiste precisamente en eso: en ella participan todo tipo de personas, traductores o no (del intrusismo hablaré más adelante), que traducen de forma global y voluntaria, además de gratuita, en la mayor parte de los casos (por no decir en todos).

Sin embargo, esto está generando cierto descontento entre los partidarios de las traducciones oficiales o incluso entre los partidarios de lo legal frente a lo ilegal, suscitando debates a propósito de las descargas gratuitas e ilegales que ahora están muy de moda.

¿Es ilegal una traducción hecha por amateurs o por gente que ni de lejos está en este mundillo de la traducción? Como toda cuestión, tiene sus pros y sus contras, y sus partidarios y sus detractores.

Creo que es necesario utilizar ejemplos para hablar del crowd-sourcing, aunque debo añadir que este fenómeno no se encuentra exclusivamente en el terreno de la traducción, sino que implica cualquier colaboración comunitaria, por así decirlo. Las personas se han convertido en las creadoras de sus propios contenidos y esto se aprecia perfectamente en las redes sociales y en páginas que se utilizan para compartir archivos, tan a la orden del día. Esto es propio de la denominada Web 2.0 y parece ser que la franja de edad de estos crowd-sourcers (por llamarlos de alguna forma) está entre los 18 y los 25(2), aunque yo me atrevería a aumentar un poco esta franja hasta los quince o dieciséis años, dado que los niños cada vez son más competentes con las nuevas tecnologías a una edad más temprana. Un ejemplo clarísimo es el de las páginas webs como Wikipedia o similares, en cuyo contenido podemos participar todos. También ofrece este servicio el traductor de Google (del que hablaré a propósito de la traducción automática): el usuario puede cambiar la traducción si no le parece correcta, enriqueciendo así el sistema de traducción automática del famoso motor de búsqueda. Así, nos encontramos con el maravilloso mundo de internet en el que todos compartimos información con todos, en el que todos podemos aportar algo que beneficiará a los demás.
También dropbox, una página web de gestión de archivos, 
ofrece al usuario la posibilidad de que haga comentarios
sobre la traducción. Captura de pantalla de dropbox.

Sin embargo, esta «generosidad» o «solidaridad» se adentra, en muchas ocasiones, en el terreno de lo legal y de lo ilegal. Como he dicho, voy a utilizar algunos ejemplos claros del crowd-sourcing aplicados a la traducción. Este fenómeno es muy frecuente en las traducciones de los best sellers: una vez que los primeros libros de una saga determinada han tenido mucho éxito, la gente no puede esperar a que se publique la traducción de las siguientes entregas y, por ello, recurre a internet, donde muchos traductores (profesionales o no, o que simplemente «saben inglés», craso error, por cierto, como ya comentaré en otra entrada) se dedican a hacer estas traducciones oficiales.

Otro ejemplo es el de las series que se emiten en televisión. También es muy frecuente que, para no tener que esperar a su emisión en las televisiones españolas, se recurre a internet, donde puedes encontrar los episodios de tu serie favorita en versión original y además subtitulados, un lujo para muchos y, por añadidura... ¡esto es gratis! Esta forma de subtitular se conoce como fansub(3) (contracción inglesa de fan y subtitled, es decir, 'subtitulado por aficionados'). No solo se da en series de televisión, sino también en películas y en series de animación, entre las que destaca el anime o animación japonesa. También sucede en los mangas o cómics japoneses. ¿Cómo van a acceder a estos contenidos aquellas personas que no conocen la lengua? Quizá sí haya más personas que sepan inglés, pero... ¿cuántos españoles saben japonés? Así, la tarea de los fansubbers es hacer accesibles aquellos textos que en su idioma original muchos no podrían leer, pero «hacer accesibles» también implica conseguir que lleguen a este público, pues muchos de estos productos nunca llegan al mercado español.

Captura de pantalla de la traducción del
manga Naruto, subtitulado por Shinshin
fansub, accesible en 
[Consulta: 13/II/2012]. Gracias a traducciones 
como esta podemos leer mangas en japonés, como 
en este caso.
De esta forma, partiendo de su supuesta (i)legalidad, tenemos dos tipos de traducciones: las legales y las ilegales. Las primeras son las hechas y publicadas de forma oficial, es decir, realizadas por traductores profesionales, y las segundas son las realizadas de manera no oficial o incluso no legal, realizadas por personas que no se dedican a la traducción de manera profesional (aunque no siempre es así, pues también hay traductores voluntarios, claro). Sin embargo, ¿se puede hacer una división tan rotunda? ¿Por qué es ilegal distribuir contenidos? No deseo entrar en este debate, pero sí me gustaría hacer una aclaración: en mi opinión, la distribución de aquellos contenidos a los que no se puede acceder aquí en España (por ejemplo) y que podemos tener gracias a la colaboración desinteresada de otras personas no debería ser ilegal, puesto que aquí no se comercializan y, por lo tanto, es imposible tenerlos. Además, aunque pudieran conseguirse en el idioma original, sin ningún tipo de traducción, ¿cómo podrían entenderlo sin una traducción, de mejor o de peor calidad? Es una gran labor la que hacen estos traductores y por ello no debería castigarse o perseguirse, sino valorarse, apreciarse y aplaudirse: se trata de gente que invierte su tiempo en realizar un trabajo por el que no les van a pagar, para que gente anónima pueda beneficiarse de ese trabajo. Eso es el crowd-sourcing.

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(1) El verbo crowd-sourcing puede definirse como el acto de realizar tareas que tradicionalmente desempeña un solo empleado y subcontratarlas (pues también se conoce como «tercerización masiva» o «subcontratación voluntaria») a un grupo de personas indefinido y por norma general numeroso a través de una convocatoria abierta. Vid. Romaine, Matthew; Richardson, Jennifer: «State of the Translation Industry 2009. Smarter, more casual», accesible en: http://mygengo.com/express/report/translation-industry-2009/ [Consulta: 13/II/2012] Tal y como explica Estefanía Pérez Jiménez, existen diferencias entre el crowd-sourcing, la traducción colaborativa y la traducción comunitaria; las tres se agrupan bajo las siglas CT3, acuñadas por la Common Sense Advisory y que se refieren a cualquier proyecto de traducción en el que participe un grupo de personas a través de internet, haya o no haya un control por parte de profesionales. Si se especifica un poco más, el crowd-sourcing y la traducción colaborativa tienen en común que en ambas hay un proceso de revisión por profesionales (como es el caso de la red social Facebook) y en ellas participan traductores voluntarios; la traducción comunitaria, sin embargo, se caracteriza por que, aunque también se hace de forma cooperativa, no hay un profesional que la revise, como es el caso de los fansubs (de los que hablaré a continuación), en los que no suele haber ningún control de calidad. Pérez Jiménez, Estefanía: «Crowd-sourcing, traducción colaborativa, comunitaria y CT3» en La linterna del traductor, accesible en: http://www.lalinternadeltraductor.org/n6/crowdsourcing-traduccion.html [Consulta: 15/II/2012]
(2) Martínez Reol, Álvaro; Baladrón Zorita, Carlos; León Martín, Alberto; García Morchón, Carlos; Calavia Domínguez, Lorena; Aguiar Pérez, Javier; Caetano, Jorge: «Nuevos Modelos de Negocio: Servicios Generados por el Usuario», accesible en: http://www.delfos.co.cu/boletines/bsa/PDF/modelos_negocio3.pdf [Consulta: 13/II/2012]
(3) A pesar de que los fansubs todavía no se reconocen de forma oficial, ya empiezan a surgir artículos a propósito de este fenómeno. Vid. Gómez, Elena, Guerra, Luis: «Fansub: maneras de traducir» en Primeras noticias. Revista de literatura, n.º 245, 2009, pp. 47-54.

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